Por
Eugenio Sanó Bretón
El susto que nos llevamos Radamés, José Mateo y un
servidor fue tan grande, que decidimos, no volver a meternos en líos de marido
y mujer.
Radamés, José Mateo y quien escribe, somos tres jóvenes del Municipio de
Haina. Nos conocimos en el 1979, en el Grupo de Jóvenes de la Parroquia San
Agustín. Desde ese entonces hemos estado compartiendo, como buenos amigos. Mas
bien, como hermanos.
En el mes de octubre del año 1986, estábamos, como casi todos los fines
de semana, en el Centro Parroquial, jugando ping-pong. En un momento de
descanso comenzamos a conversar sobre temas del grupo de jóvenes. Entre
conversación y conversación, surgió la idea de conocer las provincias del país
y sus encantos, o por lo menos parte de ellas. Como teníamos ingresos muy
limitados, decidimos hacer un ahorro mensual colectivo. Fue a mí que me
tocó hacer la de alcancía o caja de ahorro.
En 1988 realizamos nuestro primer viaje. La región Este fue la escogida.
En esa Región vivían familiares de José Mateo y también de Redames. Por esa
razón en la agenda incluimos visitarlos y así lo hicimos. Nos hizo bien
esas visitas, pues la primera noche encontramos, no solo donde dormir, sino también
donde cenar y sin gastar un peso.
En la agenda a recorrer estaba también en Centro histórico de San Pedro,
el Malecón y el Ingenio Consuelo. De la Romana teníamos en agenda el Parque
Central, altos de Chavón y Playa Bayahibe.
La primera provincia a visitar, como era lógico, fue San Pedro de Macorís.
Al llegar allí, de inmediato acudimos a la casa de la hermana de José
Mateo, doña Barbara. Ella se alegró en vernos. Le dio fuertes abrazos a José
Mateo e iniciaron un amplio dialogo. Radames y yo estuvimos escuchando las
conversaciones por más de una hora. Después llegó una sobrina de José Mateo, Marilyn.
Una chica alta y fuerte. Con ojos grandes muy expresivos. Ella nos saludó efusivamente
y luego se integró también en la conversación de José Matero y su madre.
De repente doña Barbara le dice a Marilyn. -hija continúa hablando con José
y los muchachos, yo voy a prepararles algo de cenar. Escuchar preparar la
cena nos alegró la vida. La última comida había sido a las 12 del día y ya eran
las 7 de la noche.
Después de cenar salimos a visitar al primo de Redames. Su nombre era Julián,
pero le decían Pedrito. El era un joven
mulato y muy apuesto. El al ver a Redames le brillaron los ojos. Se veía muy
emocionado y de pronto llamó a Diana. Le dijo ven a conocer a mi primo. Ella
era una joven trigueña de cabello rizado y un cuerpo muy atractivo. Él le dijo
a Redames - Ella es mi esposa. Tenemos dos meses de casados. Ahora vivo en esta
casa grande con ella. Redames le dijo, pero esta casa es muy grande para
ustedes dos. Él le respondió -ahora es grande, pero en un par de años nos
quedará pequeña.
El primo Pedrito le dijo a Radames -quédense a dormir aquí esta noche. Radames
nos miró como buscando nuestra aprobación. José y Yo le dijimos que si con los
ojos. Entonces Radames le dijo que estaba bien y le dio las gracias.
Pedrito le dice – bueno vamos aprovechar para visitar a tus otros
primos. Con facilidad dijimos que sí y abordamos un carro Lada, azul cielo y
nos dirigimos a un barrio de clase media. Allí encontramos la casa de los
primos. Realmente eran primas, muy bonitas y muy atentas. José Mateo me dijo al
oído -si no vivieran tan lejos yo la enamoraría. Yo le dije -yo también haría
lo mismo.
Las Chicas eran muy conversadoras. Hablamos un rato y además aceptamos
tomarnos unos tragos de ron que nos había brindado. Después de la visita
salimos de allí rumbo a la casa del primo, a dormir.
Al día siguiente, en la mañana, visitamos a los abuelos de Radames.
Ellos vivían en una comunidad llamada la plaza. La misma estaba enclavada en un
campo de caña. Doña Goya como le decían a la abuela, era tanto cariñosa
como atenta. Nos preparó unos fritos de plátanos con salami. Estos tenían un sabor
inolvidable.
Salimos de allí como a las 11: de la mañana, Dos mototaxis nos
condujeron al pueblo de Consuelo. Allí tomamos un autobús y llegamos a la
Romana.
En el parque Central de la Romana encontramos jóvenes y conversamos con
ellos. Resulta que ellos también eran de la pastoral juvenil. nos orientaron
conseguir un buen hotel y donde cenar.
Al otro día nos levantamos temprano. En la agenda estaba llegar a Altos
de Chavón y a la Playa Bayahibe. No teníamos ni idea de cómo llegar a estos
lugares. Mientras pensábamos se detuvo una guagua que venía de la capital. Se habían
detenido, porque algunos de los pasajeros querían comprar chicharon de leche.
Estos eran unos dulces que solo en la Romana vendían.
Radames de atrevido le preguntó al cobrador –para donde van ustedes. El
cobrador le respondió -Esto es una gira. Nosotros vamos para altos de Chavón y
Luego para Bayahibe.
Al escuchar esta información se nos abrieron los ojos. Le dijimos
nosotros vamos para allá. ¿Será que pueden llevarnos?
El cobrador dijo -sí, pero que cada uno debe pagar 10 pesos. Le dijimos
que sí y nos subimos a la guagua. Asi conocimos Altos de Chavón y nos
dimos un rico baño en la playa Bayahibe.
En la misma guagua regresamos a la Capital y luego tomamos otro vehículo
y llegamos a Haina. Estábamos felices y contentos.
En el 1989 realizamos la segunda excursión. La fecha escogida para ese
viaje fue del 5 al 8 de agosto. En esta ocasión nos fuimos a la región del Cibao.
El día 5 de agosto, salimos a las 5 de la madrugada de la Comunidad de
Haina y llegamos a la capital para abordar una guagua de Caribe Tours con
destino a Santiago.
La primera ciudad en conocer fue Santiago de los Caballeros. Allí vivía una
tía de José Mateo. Ella era monja de claustro y José Mateo la quería visitar. Radames
y yo estuvimos de acuerdo y asi lo hicimos.
Llegamos al convento. Le avisaron que estábamos allí y ella muy contenta
nos invitó a pasar al salón. Nunca vimos su cuerpo, a penas veíamos parte de su
rostro. Por ser de claustro hablamos, pero sin vernos.
Asi, ella le preguntó a José sobre la familia y sobre él mismo también
sobre nosotros. Nos pidió que nos quedáramos allí hasta el otro día. Le dijimos
que sí.
Luego nos orientó para que atravesáramos un pasillo y llegáramos a una habitación
donde podíamos dormir. Allí dejamos los bultos y salimos a caminar. Dimos un
paseo por el monumento y por la calle el Sol.
En la tarde volvimos. Después de las 6 de la tarde no se podía entrar.
Nos prepararon cena y luego a dormir.
Al siguiente día, nos levantamos bien temprano. El plan era dirigirnos a
la ciudad de Puerto Plata. Todos estábamos muy entusiasmados, pues queríamos
disfrutar de las bellas playas de dicha provincia. Además, aprovechar para
visitar una compañera de trabajo que estaba accidentada. Esto fue lo primero
que decidimos hacer en Puerto Plata.
Al llegar a Puerto Plata nos quedamos en la rotonda que está en la
entrada del pueblo. Buscamos información de cómo llegar al barrio Villa
Progreso. En este vivía Juana, la compañera de trabajo accidentada. La idea era
compartir con ella un par de horas y luego continuar hacia la fortaleza de San
Felipe y después dirigirnos a las playas de Sosua.
A las 2 de la tarde entrábamos por la calle 3 del barrio El Progreso, en
Puerto Plata. Nos desmontamos de los tres mototaxis y nos disponíamos a preguntar
donde vivía Barbina, la madre de Juana, mi compañera de trabajo.
Villa Progreso no es un sector residencial de clase media. Realmente es
un barrio habitado por personas pobres y carente de los servicios básicos. La presencia
de niños jugando en la calle era notable. Tambien la música alta y personas bebiendo
alcohol en las esquinas.
Luego de salir de ese lugar fue que nos enteramos que allí había una alta
carencia de bienes y servicios básicos y que además proliferaba la delincuencia
y la drogadicción.
Al transitar por dicha calle en busca de la casa de la Barbina, la madre
de Juana, nuestros ojos se enfrentaron con una escena indignante.
Un hombre, al parecer borracho, golpeaba a una mujer en plena calle, los
que estaban en el lugar se hacían de la vista gorda. Nadie reaccionaba. Los transeúntes
parecían estar acostumbrados a estas escenas.
De pronto, el hombre le dio a la mujer un fuerte golpe. Le dio con el
puño cerrado en el vientre. La mujer cayo privada. Parecía que había perdido la
conciencia. Estaba boca abajo. Entonces el hombre se dispuso a darle un pisotón
por el cuello, con las botas caterpilar que llevaba puesta.
Yo, al ver la triste escena y el inminente golpe mortal, me abalancé con
rabia y decisión sobre el machista y lo tiré al suelo.
El individuo en el suelo, me miró con furia. Se lo noté en los ojos.
Empezó a incorporarse con toda la intención de vengarse. En ese momento Redames
y José Mateo intentaron defenderme, entonces, el grupo que estaba en la esquina
bebiendo con el hombre reaccionaron y decidieron tomar partido. Todos miraron
hacia nosotros. Cuando vimos la intención emprendimos la huida. Ellos corrieron
detrás de nosotros. Sobre todo, detrás de mí.
Aunque nunca había estado en Villa Progreso, pronto descubrí callejones,
por los cuales corrí como loco. De pronto me encontré en un callejón sin
salida. Tuve que retroceder y entran en la vivienda más cercana. Sin pedir
permiso entre a la habitación principal y me metí debajo de la cama.
La señora de la casa vio lo que hice, pero no reaccionó más bien me
protegió con su silencio.
Al cabo de unos 15 minutos, llegó uno de los jóvenes de la casa y la
señora le dijo – hay un joven debajo de la cama. Lo estaban persiguiendo. Dile que
ya puede salir. Yo no tenía intención de salir de allí. Tenía mucho miedo y
allí me sentía seguro.
El joven entró a la habitación, me buscó debajo de la cama y me dijo.
Venga, ya las gentes se fueron. Entonces salí de mi escondiste temblado de
miedo. Cuando la señora me vio me dijo. Mijo ven siéntate aquí y me llevó para
la cocina y me dio un vaso de agua.
Le pregunté por mis amigos. La señora de dijo al joven, ve busca a los
amigos.
En pocos minutos llegaron Radames y José Mateo. Al verlo les pregunte y
los bultos. Ellos dijeron que no sabían. El joven volvió para la calle y luego
regresó con los tres bultos.
Cuando estamos en la cocina de la casa donde me había escondido, les
pregunte a los muchachos que donde se habían metido. José Mateo contó que él al
ver la actitud agresiva con la que fueron acarreados, entró a un colmado y
salto por el mostrador y se escondió. Radames dijo que corrió en dirección contraria
a mí y se escondió detrás de una vivienda en construcción.
Ya en dialogo con la señora le dijimos quienes éramos y que buscamos en
Puerto Plata y sobre todo el Villa Progreso. Por suerte para nosotros, ellos
conocían a doña Balbina, que era la madre de mi compañera de trabajo. El joven
dijo -Yo lo puedo llevar, pero tenemos que irnos por la cañada. Asi no nos
encontraremos con ninguno de los que le dieron la carrera.
Finalmente encontramos la casa de Doña Balbina, la madre de mi compañera
de trabajo.
Vimos a mi compañera accidentada, conversamos un rato con ella, le
entregamos lo que le llevamos y nos fuimos.
No queríamos estar en ese lugar, donde vivimos tan mala experiencia.

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