Por Eugenio Sanó Bretón
Cada año es dedicado a un anhelo de la población. El 2011 se le dedicó a la Transparencia o más bien a la lucha por reducir o eliminar todo vestigio de corrupción en las instituciones Pública y yo diría que también en las privadas. Por lo tanto la transparencia no es ni debe ser un fin en si misma.
La transparencia debe ser una práctica normal y corriente de todos los que ocupan alguna posición gerencial. Es más bien una demostración de que las acciones se están llevando a cabo como deben ser, atendiendo a los procedimientos establecidos, a las razones que los motivan, a la calidad y la ética correspondiente.
Es necesario que se establezcan indicadores que podamos evaluar por etapas y así podríamos decir en que nivel logramos transparentar el quehacer de las entidades públicas y privadas y en que nivel se redujo la corrupción en las mismas.
De nada vale ser transparente, si en la rendición de cuenta los informes se presentan manipulados, si los procedimientos utilizados no corresponden con los establecidos, si las acciones están dirigidas más a intereses particulares que a satisfacciones sociales. De la misma manera no vale la pena si los montos de gastos están sobrevaluados y si su distribución no es justificada.
Para que el año sea de la Transparencia debe ser primero del fortalecimiento institucional, del cumplimiento de las leyes, de la aplicación de las sanciones correspondientes sin no discriminación a quienes violenten las leyes y normas institucionales. Debe ser primero el año de las buenas prácticas, de la ética, de la planificación a largo plazo, de la educación, de la justicia.
Sin estos logros por adelantados podríamos tener un sinnúmero de años de la transparencia, pero jamás una reducción de los altos niveles de corrupción en las entidades públicas y privadas de este país. Obstáculo que impide el avance de nuestros pueblos y una superación de la pobreza.
Ya esta bueno de demagogia, de nada vale la expresión de bonitos eslogan que expresan buenas intensiones, si con la práctica y la omisión animamos a todo lo contrario.
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