viernes, junio 15, 2012

Ensayo de una realidad


Por Eugenio Sano Breton


A continuación presento la historia de un joven dominicano de cualquier barrio marginado o zona rural de la Republica dominicana. Los verbos están en primera persona para hacerlo mas expresivo.

En mi familia éramos 9 hermanos, 4 hembras y 5 varones. Yo era el 4to. El más grande de los hermanos nunca pudo ir a la escuela, pues tenía que trabajar con mi padre. Aprendió a leer y escribir gracias a un amigo de la familia que de noche le daba clase. Lo estuvo haciendo por tres años, por lo que consideramos que llego a un tercero de primaria.

Los dos hermanos siguientes, mayores que yo estaban inscrito en la escuela y estudiando. En mi caso, no había posibilidad. Me necesitaban para que ayudara a cuidar a los más pequeños, pero además, inscribirme en la escuela significaba comprarme zapato, uniforme, cuaderno y lápiz. Esto era prácticamente imposible.

Un día del mes de agosto cuando estaban llevando a mi primo, de mi edad 9 años, a inscribirse, me puse a llorar. Estuve llorando todo el día hasta que logre que mi madre le dijera a mi tía, que me llevara a inscribir al otro día. La hermana que me sigue también reclamo y nos llevaron a los dos. Yo fui con los zapatos de mi primo.

Cuando llegó septiembre, ya teníamos zapato, pero no uniforme. Mi madre solo pudo comprar un lápiz y un cuaderno para los dos. Entonces tuvimos que ir a la escuela con medio cuaderno y medio lápiz. No imaginan la vergüenza que daba esto.

Para la compra de los libros tanto mi hermana como yo tuvimos que empezar a generar recursos. La suerte de vivir en un barrio nos permitió hacer algo para generar recursos. Yo vendía maní tostado y mi hermana aguacate. Años más tarde ella trabajaba atendiendo niños en casa de familia y yo como panadero, luego como colmadero y al final como ayudante de albañilería.

Teníamos varios problemas que nos impedían ser mejores en clase. La primera era que queríamos pasar desapercibidos. La razón era que los compañeros de clase nos veían en la calle trabajando y esto nos causaba mucha timidez y por eso preferíamos quedarnos calladitos en clase. Por otro lado teníamos poco tiempo para estudiar y hacer las tareas. Tampoco teníamos libros.

Siempre tuvimos aspiraciones. En mi caso particular siempre soñé con tener una casa grande con patio y grama. También ir a la universidad y graduarme de ingeniero electromecánico. Mis sueños siempre estuvieron ahí, pero las oportunidades no.

En este tiempo también participaba en los grupos de jóvenes de la iglesia católica. Lo hacia con mucho entusiasmo y dedicación. Era mi único entretenimiento y diversión. Gracias a esta experiencia logré muchos conocimientos y muchas amistades.

Ya a partir de los 20 años mis preocupaciones eran mayores al igual que mis necesidades. Estaba en segundo de bachillerato. Mi familia necesitaba de mi y no tenia nada en que producir dinero. Decidí ir a la escuela pública en la mañana. Aprovechaba el trigo con arenque, que se daba en esa ocasión como desayuno escolar y ayudaba en cualquier cosa. Cuando faltaba un profesor le pedía al director que me dejara atender a los muchachos, así me convertí en sustituto de la escuela y me pagaban algo de dinero por esto.

En una ocasión, un año mas tarde, el director me preguntó, si quería estudiar para maestro, le dije que si. Me dijo te voy a recomendar para que te inscriba en la escuela Normal. Así lo hice. Me inscribieron y pase todas las pruebas, por lo que fui admitido. Mi padre no quería pues su aspiración era que yo mejorara mis habilidades como albañil.

En la escuela tenia que estar el día entero, con apenas un desayuno y todas las penurias que se puedan imaginar, pero dos años más tarde tenia mi titulo de profesor. 

A pesar mis arduos estudios, el trabajo social cada vez me  comprometía más.  Tenia trabajo juvenil en mi barrio y ayudaba a la formación de grupos similares en otros barrios. También promovía la  formación de las asambleas cristianas comunitarias.

Algunos compañeros que estaban en situaciones de pobreza, similares a la mía, no tuvieron la misma suerte. Mientras yo iba diario en bola ellos tenían que pagar pasaje, pues eran de zonas rurales y no encontraban buenos samaritanos.

Otros no lograban ni siquiera el desayuno. A estos la anemia y desnutrición los obligo a retirarse. Había compañeros que nunca entendían bien la clase y se quemaban en los exámenes. Yo tuve la suerte de que mi madre me conseguía diario el pasaje de llegar a la escuela. Con esto era que me desayunaba.

Ya con mi titulo en la mano, procedí a buscar trabajo, pero no conseguía. Para trabajar en el sector público era necesario participar en las reuniones del partido político del gobierno. Solo así te podían favorecer si aparecía una plaza. Tuve que ir a las reuniones, hasta un día que me pidieron que saliera detrás de un motor con alto parlante promoviendo al candidato.

Un año después, una profesora me informó de una escuela nueva que se abriría. Me pidieron que trabajase allí, que ellos me gestionaran el nombramiento. Estuve trabajando de gratis, con los niños por dos años y mi nombramiento nunca llegó.

Fruto de mi reconocimiento social por la labor que realizaba en los barrios de mi municipio fui conocido por una organización nacional, que quería fortalecer el trabajo con jóvenes. Me pidieron que trabajara con ellos como promotor social, lo acepte y me dedique a esto con dedicación y entrega.

Aproveche luego para hacer estudios sobre trabajo social, sobre la niñez, sobre el país y otros temas relacionados. Fruto de mi preparación y mi dedicación he ido escalando posiciones y mejorando mis ingresos. Me mantengo trabajando para mi sustento y fortaleciendo mi aporte para un cambio social.

1 comentario:

  1. Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia. Esta historia se parece mucho a lo de Longo, un amigo que conocí en un municipio del Sur de la República Dominicana.

    Cuando lo vea le diré que su vida es hoy ejemplo. Que me alegro de ser su amigo. Otra cosa también le diré, aunque creo que no es un secreto, que siempre puede contar conmigo.

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