Por Eugenio Sano
Breton
A continuación
presento la historia de un joven dominicano de cualquier barrio marginado o
zona rural de la Republica dominicana. Los verbos están en primera persona para
hacerlo mas expresivo.
En mi
familia éramos 9 hermanos, 4 hembras y 5 varones. Yo era el 4to. El más grande
de los hermanos nunca pudo ir a la escuela, pues tenía que trabajar con mi
padre. Aprendió a leer y escribir gracias a un amigo de la familia que de noche
le daba clase. Lo estuvo haciendo por tres años, por lo que consideramos que
llego a un tercero de primaria.
Los dos
hermanos siguientes, mayores que yo estaban inscrito en la escuela y
estudiando. En mi caso, no había posibilidad. Me necesitaban para que ayudara a
cuidar a los más pequeños, pero además, inscribirme en la escuela significaba
comprarme zapato, uniforme, cuaderno y lápiz. Esto era prácticamente imposible.
Un día del
mes de agosto cuando estaban llevando a mi primo, de mi edad 9 años, a
inscribirse, me puse a llorar. Estuve llorando todo el día hasta que logre que
mi madre le dijera a mi tía, que me llevara a inscribir al otro día. La hermana
que me sigue también reclamo y nos llevaron a los dos. Yo fui con los zapatos
de mi primo.
Cuando llegó
septiembre, ya teníamos zapato, pero no uniforme. Mi madre solo pudo comprar un
lápiz y un cuaderno para los dos. Entonces tuvimos que ir a la escuela con medio
cuaderno y medio lápiz. No imaginan la vergüenza que daba esto.
Para la
compra de los libros tanto mi hermana como yo tuvimos que empezar a generar
recursos. La suerte de vivir en un barrio nos permitió hacer algo para generar
recursos. Yo vendía maní tostado y mi hermana aguacate. Años más tarde ella
trabajaba atendiendo niños en casa de familia y yo como panadero, luego como colmadero
y al final como ayudante de albañilería.
Teníamos
varios problemas que nos impedían ser mejores en clase. La primera era que
queríamos pasar desapercibidos. La razón era que los compañeros de clase nos veían
en la calle trabajando y esto nos causaba mucha timidez y por eso preferíamos quedarnos
calladitos en clase. Por otro lado teníamos poco tiempo para estudiar y hacer
las tareas. Tampoco teníamos libros.
Siempre
tuvimos aspiraciones. En mi caso particular siempre soñé con tener una casa
grande con patio y grama. También ir a la universidad y graduarme de ingeniero
electromecánico. Mis sueños siempre estuvieron ahí, pero las oportunidades no.
En este
tiempo también participaba en los grupos de jóvenes de la iglesia católica. Lo hacia
con mucho entusiasmo y dedicación. Era mi único entretenimiento y diversión. Gracias
a esta experiencia logré muchos conocimientos y muchas amistades.
Ya a partir
de los 20 años mis preocupaciones eran mayores al igual que mis necesidades. Estaba
en segundo de bachillerato. Mi familia necesitaba de mi y no tenia nada en que
producir dinero. Decidí ir a la escuela pública en la mañana. Aprovechaba el
trigo con arenque, que se daba en esa ocasión como desayuno escolar y ayudaba
en cualquier cosa. Cuando faltaba un profesor le pedía al director que me
dejara atender a los muchachos, así me convertí en sustituto de la escuela y me
pagaban algo de dinero por esto.
En una
ocasión, un año mas tarde, el director me preguntó, si quería estudiar para
maestro, le dije que si. Me dijo te voy a recomendar para que te inscriba en la
escuela Normal. Así lo hice. Me inscribieron y pase todas las pruebas, por lo
que fui admitido. Mi padre no quería pues su aspiración era que yo mejorara mis
habilidades como albañil.
En la
escuela tenia que estar el día entero, con apenas un desayuno y todas las
penurias que se puedan imaginar, pero dos años más tarde tenia mi titulo de
profesor.
A pesar mis arduos
estudios, el trabajo social cada vez me comprometía
más. Tenia trabajo juvenil en mi barrio
y ayudaba a la formación de grupos similares en otros barrios. También promovía
la formación de las asambleas cristianas
comunitarias.
Algunos
compañeros que estaban en situaciones de pobreza, similares a la mía, no
tuvieron la misma suerte. Mientras yo iba diario en bola ellos tenían que pagar
pasaje, pues eran de zonas rurales y no encontraban buenos samaritanos.
Otros no
lograban ni siquiera el desayuno. A estos la anemia y desnutrición los obligo a
retirarse. Había compañeros que nunca entendían bien la clase y se quemaban en
los exámenes. Yo tuve la suerte de que mi madre me conseguía diario el pasaje
de llegar a la escuela. Con esto era que me desayunaba.
Ya con mi
titulo en la mano, procedí a buscar trabajo, pero no conseguía. Para trabajar
en el sector público era necesario participar en las reuniones del partido político
del gobierno. Solo así te podían favorecer si aparecía una plaza. Tuve que ir a
las reuniones, hasta un día que me pidieron que saliera detrás de un motor con
alto parlante promoviendo al candidato.
Un año después,
una profesora me informó de una escuela nueva que se abriría. Me pidieron que
trabajase allí, que ellos me gestionaran el nombramiento. Estuve trabajando de
gratis, con los niños por dos años y mi nombramiento nunca llegó.
Fruto de mi
reconocimiento social por la labor que realizaba en los barrios de mi municipio
fui conocido por una organización nacional, que quería fortalecer el trabajo
con jóvenes. Me pidieron que trabajara con ellos como promotor social, lo
acepte y me dedique a esto con dedicación y entrega.
Aproveche luego
para hacer estudios sobre trabajo social, sobre la niñez, sobre el país y otros
temas relacionados. Fruto de mi preparación y mi dedicación he ido escalando
posiciones y mejorando mis ingresos. Me mantengo trabajando para mi sustento y
fortaleciendo mi aporte para un cambio social.
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia. Esta historia se parece mucho a lo de Longo, un amigo que conocí en un municipio del Sur de la República Dominicana.
ResponderEliminarCuando lo vea le diré que su vida es hoy ejemplo. Que me alegro de ser su amigo. Otra cosa también le diré, aunque creo que no es un secreto, que siempre puede contar conmigo.