Por Eugenio Sano Breton
Hacia donde va el país. Este fue el título de un libro muy
leído en la República Dominicana en los años 80, autoría de José Serulle Ramia
y Jacqueline Boin. Fue publicado en aquel momento en que había grandes
preocupaciones y movilizaciones sociales, en el país, por los comprometedores
acuerdo que el gobierno hacia con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Utilizamos ese titulo, debido a la incertidumbre política y
social en que vive actualmente el país. En término político, algunos partidos
creen que estamos en México, en las décadas del 70 y 80, cuando las decisiones
de la cúpula del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se tomaban como si
fueran decisiones del Estado. En ese entonces las luchas interna en ese partido
eran más fuertes y controversiales que las luchas con los partidos rivales. Se
consideraba que el ganador en la primaria del PRI era EL seguro ganador de las
elecciones nacionales.
Se suponía que en este país habíamos avanzado en materia de
institucionalidad y democracia, pues se habían logrado algunos adelantos
importantes. Ha sido notable la modernización
de las oficinas publicas, la aplicación de la lay de servicio civil y carrera
administrativa, las normativas internas de funcionamiento, la formación del
personal, la apropiación de tecnología y la eliminación de los tributarios,
mejor conocidos como bucones. Por otro lado se había fortalecido el
funcionamiento del Congreso Nacional, además el sistema de justicia había
entrado en un proceso de independencia, lo mismo en la Junta Central Electoral se
establecían las bases para desarrollar procesos eleccionarios cada vez mas
transparentes.
Considerábamos que el congreso seguiría hacia adelante en su
función de normal y legislar para el desarrollo, equidad y convivencia social;
que la justicia funcionaria de manera imparcial y que los fraudes electorales
quedarían en el olvido. Pero es notable que todo esto todavía es una utopía,
por la que hay que seguir luchando.
Las muestras de debilidad institucional se refleja
cotidianamente en las informaciones de los medios de comunicación y
directamente en las instituciones mencionadas. Como muestra, en el ámbito de la justicia han sido
muy preocupante las sentencias benigna de la suprema corte con respecto al caso
de la Sun land, los fallos de no ha lugar a favor de funcionarios acusados de
corrupción, entre otra.
En el congreso deja mucho que desear la aprobaron del Código Procesal
Penal, de manera irregular y confusa. También la aceptación del veto
presidencial a la ley de protección y preservación de Loma Miranda.
En el mismo orden, la aprobación de una ley de partidos y
agrupaciones que empeora la situación que se ha querido superar. En ese hecho
la Asociación de Empresas Industriales de Herrera y Provincia Santo Domingo
(AEIH), reaccionó al considerar que ese proyecto incentiva la corrupción. Ellos
plantean que ese proyecto constituye serias amenazas para la competitividad de
las empresas y es una puerta abierta para todo tipo de privilegios y tráfico de
influencia a favor de los entes económicos con mayores contribuciones
materiales a las campañas políticas.
Otra de la demostración de debilidad institucional ha sido el
proceso de aprobación de la ley de convocatoria de la Asamblea revisora para la
reforma constitucional, para acomodarla a las aspiraciones reeleccionista del
presidente de la república. Los comentarios y acusaciones de compra de
diputados están por doquier.
En cuanto a lo electoral, es evidente que la Junta Central
Electoral, aplica una resolución ilegal, a partir de la cual se niega la
documentación a dominicanos, además le niega el reconocimiento, a tiempo, al Partido
Alianza País y otros movimientos, sin suficiente justificación. Igualmente el Tribunal
Electoral ha fallado múltiples y dudosas sentencias, creando un ambiente de
desconfianza en ese tribunal y poca fiabilidad en sus representantes y sus decisiones.
Lo lamentable de todo esto es que todas las decisiones de los
organismos antes mencionados son tomadas para favorecer a un mismo sector de la
sociedad, el corporativo-partidario, en detrimento, no solo de la democracia y
la institucionalidad, sino de las grandes masas y del propio país.
La fuerza de la democracia y la base del desarrollo social y
económico equitativo, descansa en las instituciones y la credibilidad que la
ciudadanía tenga de ella. En la medida que se deterioran las instituciones y se
pierde la credibilidad, muchos sectores que se consideran excluidos y
desfavorecidos, empiezan a crear alternativas para subsistir, mientras otros se
aprovechan del caos para sobreponerse y sacar ventajas. Lo peor es que los más
desfavorecidos son los más débiles y marginados.
Se supone que el Estado es el garante de la seguridad y el
responsable de tomar las medidas y disposiciones necesarias para garantizar el
bienestar y convivencia social. De lo contrario, este país está condenado al
agravamiento de la inequidad, el desorden, el aumento de la delincuencia de
cuello blanco y de grupos marginados que luchan por la sobrevivencia.
Los líderes y lideresas sociales, profesionales, gremiales,
religiosas, campesinas y barriales están llamados a fortalecer sus espacios
organizativos, a unificarse y a reclamar el cumplimiento de las leyes y el
funcionamiento efectivo de las instituciones del Estado. Solo así se puede
evitar que el país, nuestro país, siga la ruta equivocada que lleva.
Pero es la propia sociedad, sobre todos, los sectores
excluidos, los marginados, explotado y maltratado por los grupos de poder los
que deben hacer conciencia y entender que no es fruto de su pecado lo que esta pasando.
Todo esto es fruto del pecado de los que se están aprovechando del poder.
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