Leonardo Boff*
En estos días de octubre hemos visto
espantados la guerra que ha estallado entre el grupo terrorista Hamas de
Palestina y el estado de Israel, atacado por sorpresa, y la fuerte reacción de
este último. Dada la violencia empleada, con cientos de víctimas en ambos
lados, especialmente población inocente, parecería que irrumpió el jinete del
Apocalipsis, el de la guerra destructora (Apoc 9,13-19).
Los cohetes, los misiles, los drones,
los tanques, los bombarderos, los cazas, las bombas inteligentes y los propios
soldados, hechos pequeñas máquinas de matar, se parecen a figuras salidas de
las páginas del libro del Apocalipsis.
Todos los que venimos de una visión
pacifista del mundo, de la ecología, de la integración armónica de las
oposiciones, del proceso evolutivo, concebido como abierto para formas cada vez
más complejas, altas y ordenadas de relaciones e incluso las advertencias del
Papa Francisco sobre la alarma ecológica, nos preguntamos angustiados: ¿cómo es
posible que hayamos llegado a tales niveles de destrucción? ¿Cómo entender los
fenómenos que acompañan el escenario de esta guerra, como la invasión de Israel
por terroristas de Hamas, matando indiscriminadamente civiles, secuestrando
personas, niños, personas mayores y militares, las fake news, la distorsión
planeada de los hechos y la manipulación de las creencias religiosas? Es
importante no olvidar los muchos años de durisima y violenta dominación de
Israel sobre la región de Gaza y los palestinos en general. Esto ha
provocado resentimiento y mucho odio que está en la base de los permanentes
conflictos en la región. Pero todo esto no acalla la pregunta: ¿ qué es lo
somos nosotros, seres humanos, capaces de tanta barbarie?
Y las guerras se han
transformado cada vez más en guerras totales, causando más víctimas entre las
poblaciones civiles que entre los combatientes. Max Born, premio Nobel de
física (1954) denunció la prevalencia de la matanza de civiles en la guerra
moderna. En la primera guerra mundial murieron sólo un 5% de civiles, en la
segunda guerra, el 50%, en la guerra de Corea y Vietnam el 85%. Y datos
recientes muestran que contra Irak y la ex-Yugoslavia, en Ucrania el 98% de las
víctimas son civiles. En la presente guerra, entre el grupo Hamas e Israel los
datos deberán ser de proporciones semejantes, por lo que se deduce de las
palabras amenazantes del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
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DENUNCIAR ESTE ANÚNCIO
Según el historiador Alfred Weber,
hermano de Max Weber, de los 3.400 años de historia de la humanidad que podemos
datar con documentos, 3.166 han sido de guerra. Los restantes 234 no han sido
ciertamente de paz sino de tregua y de preparación para otra guerra.
Frente a este drama que da miedo
irrumpe una pregunta radical: ¿Cuál es el sentido del ser, de la vida y de la
historia? ¿Cómo iluminar ese anti-fenómeno?
No tenemos otra categoría para
iluminar ese enigma sino reconocer que es la explosión y la implosión de la
demencia, inscrita en el ser humano, tal como lo conocemos. Somos
también seres de demencia, de exceso, de voluntad de dominar, estrangular y
asesinar. Esto fue ampliamente ilustrado en las guerras del siglo XX que
causaron la muerte de 200 millones de personas y en los actos espectaculares
perpetrados por el terrorismo y fundamentalismo islámico como la destrucción de
las Torres Gemelas en Estados Unidos y actualmente por el sorprendente y
terrible ataque de las milicias de Hamas (parte rechazada por los palestinos)
al estado de Israel.
Lo enigmático es que esa demencia
viene siempre junto con la sapiencia. La sapiencia es nuestra capacidad
de amar, de cuidar, de extasiarse y de abrirse al Infinito. Somos,
simultáneamente, todos sin excepción, sapiens y demens, es
decir, seres humanos sapientes y dementes.
El paradigma dominante de nuestra
cultura, asentado sobre la voluntad de poder y de dominación, creó las
condiciones para que nuestra demencia colectiva se manifestase poderosamente y
predominase. Ese espíritu de guerra está presente en la economía de mercado
financierizada, en la guerra del trigo, del maíz, de los automóviles, de las
computadoras, de los móviles, de los grupos religiosos y hasta de los centros
de investigación.
Por otro lado, nunca dejó de
aparecer, en ningún tiempo, también nuestra dimensión sapiente. Plazas de
todo el mundo se llenan de multitudes clamando por paz y nunca más la guerra,
siempre que aparece la amenaza de conflicto como forma de resolver
problemas. Líderes políticos, intelectuales y religiosos, alzan su voz y
alimentan el lado luminoso y pacífico de los seres humanos y no nos dejan
desesperar. Jesús, San Francisco de Asís, M. Gandhi, Luther King Jr, Dom Helder
Câmara, entre otros se transformaron en referencias de la anti-violencia y en
paladines de la paz.
¿Qué salida encontraremos para
este problema con dimensiones metafísicas? Hasta hoy no sabemos
exactamente.
La salida más realista y más sabia
parece ser la expresada en la oración de la Paz de San Francisco de Asís, el
hermano universal, de la naturaleza, de los animales, de las montañas y de las
estrellas. En esa oración, ampliamente divulgada y hecha credo común por
el macroecumenismo, es decir, por el ecumenismo entre las religiones y las
iglesias, encontramos una clave iluminadora.
Los términos de la oración dejan
clara la conciencia del carácter contradictorio de la condición humana,
hecha de amor y de odio, de sapiencia y de demencia. Se parte de esta
contradicción, pero se afirma confiadamente el polo positivo con la certeza de
que él limitará e integrará el polo negativo.
La lección, subyacente a la oración
de San Francisco, es esta: no se cura la demencia sino reforzando la sapiencia.
Por eso, en sus palabras: “donde haya odio, que yo lleve amor; donde haya
discordia, que yo lleve unión; donde haya desesperación, que yo lleve
esperanza; donde haya oscuridad, que yo lleve la luz”. Porque es más importante
“amar que ser amado, comprender que ser comprendido, perdonar que
ser perdonado, pues es dando como recibiremos y muriendo como se vive
para la vida eterna”.
En esta sabiduría de los sencillos
quizá se encuentre el secreto de la superación de las voluntades que quieren la
violencia y la guerra como forma de resolver conflictos o de hacer valer los
intereses de unos contra los otros, como está ocurriendo en la actual guerra
Hamas-Israel.
El camino de la paz, enseñaba Gandhi,
es la propia paz. Sólo medios pacíficos producen la paz. La paz es, a un
tiempo, meta y método, fin y medio. Ojalá ese espíritu acabe triunfando sobre
la violencia brutal en la presente guerra, profundamente asimétrica, entre el
pequeño y violento grupo de Hamas y el también pequeño pero
poderoso estado de Israel.
Leonardo Boff ha escrito: La búsqueda de la justa medida (I y II), Vozes
2023; La oración de San Francisco: un mensaje de paz para el mundo
de hoy Vozes y Sal Terrae 2014; Fundamentalismo,
terrorismo, religión y paz
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