Por Eugenio
Sanó Bretón
Cada inicio de año trae consigo nuevas expectativas, nuevos
sueños y porque no, también nuevas esperanza. Los logros alcanzados se celebran
y estos a su vez sirven de aliciente para los nuevos planes. Así los propósitos
no alcanzados en el año que termina se juntan con las nuevas aspiraciones para
marcar el nuevo rumbo y las nuevas luchas.
Las aspiraciones son las razones de los esfuerzos y ambas dan
sentido a la vida. Los logros proporcionan alegría y felicidad. Por ello la
importancia de una vida con propósito. Pero estos propósitos deben estar
apegados a las posibilidades y sobre todo que las luchas y esfuerzos para
alcanzarlos no impliquen afectar negativamente a tercero.
El ser humano por naturaleza es ambicioso, siempre aspira a
lograr y avanzar más y más. Es necesario que estas ambiciones sean controladas,
de tal manera que las mismas no se conviertan en obsesiones que provoquen
tristeza y malestar.
Las aspiraciones más loables son aquellas que se pueden
planificar y alcanzar en un tiempo prudente y determinado, que el esfuerzo para
alcanzarlas no implica afectar ni la vida ni la salud, tampoco las relaciones
con amigos y familiares. Son realmente las que sus logros benefician a la
persona, a la familia y a la comunidad.
Por ello debemos procurar alcanzar aspiraciones relacionadas
con la mejora de las relaciones con nuestra pareja, con nuestra familia y con
nuestros amigos. También aspirar a logros que garanticen bienestar y mayor
convivencia de pareja y familiar. Estas son las que a lo largo del tiempo y de
nuestras vidas disfrutaremos y nos causaran mejor bienestar. Luchemos por
ellas.
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