Por Eugenio Sanó Bretón.
Vivimos una época marcada por la globalización, los avances tecnológicos, el calentamiento global, las guerras, los hechos violentos generalizados, las múltiples manifestaciones a nivel local, nacional e internacional que procuran más justicia, menos corrupción y mejor ambiente.
Vivimos una época marcada por la globalización, los avances tecnológicos, el calentamiento global, las guerras, los hechos violentos generalizados, las múltiples manifestaciones a nivel local, nacional e internacional que procuran más justicia, menos corrupción y mejor ambiente.
Muchos movimientos están exigiendo a las autoridades que
tomen medidas y desarrollen políticas que garanticen la convivencia social,
prevengan desastres y aumenten las posibilidades de la sostenibilidad.
Pero no es posible lograr la sostenibilidad ni la convivencia
social con la baja participación ciudadana y el descredito sistemático de las
instituciones públicas, causado por las denuncias de corrupción,
enriquecimiento ilícito y el favoritismo al proveer servicios y en la aplicación
de justicia.
La apatía y baja
participación ciudadana son producto de la desesperanza social. Esta genera un
individualismo que puede llevar a la sociedad a la época primitiva, de sálvese
quien pueda.
La ausencia de programas de formación para la participación ciudadana
en los procesos sociales y en las decisiones públicas está generando
desconocimiento de los avances, poca valoración de lo logrado en la sociedad y
sobre todo menos efectividad de las soluciones ejecutadas por las autoridades,
a los problemas colectivos.
La ausencia de programas de formación afecta a todos los
grupos etareo, fundamentalmente a la juventud, que es un pilar importante en la
sociedad.
De acuerdo a los datos del censo más reciente, realizado en
el año 2010, la Republica Dominicana tiene una población que ronda los 10
millones de habitantes. De esta cantidad el 33% está entre las edades de 7 y 20
años. Esto indica que el país tiene una población eminentemente joven.
De acuerdo a las estadísticas policiales, el 62% de los actos
delincuenciales y de violencia del país son cometidos directa o indirectamente
por jóvenes y adolescentes entre 10 y 24 años.
El municipio de Haina no escapa a esta realidad. El mismo está
caracterizado por ser un territorio industrial, pero también un municipio caos,
debido a las dificultades para la convivencia social y la ausencia de servicios
en la cantidad y calidad requeridos.
Dentro de las dificultades más presentes están, en mal manejo
y disposición de los desechos sólidos; alto nivel de contaminación provocada
por los procesos industriales sin regulación; un tránsito y transporte
desorganizado; una gran cantidad de cañadas, que se entaponan cuando llueve;
calles sin señales, llenas de muros, reductores y ollos; sectores y calles sin
rotular; casas sin numeración regulada; espacios públicos ocupados por
particulares; ausencia de lugares sanos para la recreación, diversión y
esparcimiento familiar.
Esta situación amerita el desarrollo de acciones diversas, prácticas
y creativas, bien concebidas para atender y superar de manera organizada,
participativa y con proyección a largo plazo.
También requiere que las autoridades, tanto locales, como
nacionales, diseñen y desarrollen programas de formación ciudadana que
contribuyan a la participación activa individual y colectiva en el
enfrentamiento y solución de problemas sociales, a la convivencia social, al
comportamiento ético y solidario, a la creación de identidad y al cumplimiento
de los deberes.
Un programa de formación ciudadana, no es la solución a los
tantos problemas y dificultades, pero serviría de buena base para hacer que se
reduzcan y además puede prevenir la existencia de otro y garantizar
sostenibilidad a las soluciones creadas por las autoridades. Por otro lado
contribuye a lograr mejores condiciones para la convivencia social,
desarrollando actitudes más proactivas y positivas en los ciudadanos.
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