lunes, julio 03, 2023

Quien pagar para ganar. Gana para cobrar

 En épocas pasadas, las aspiraciones y candidaturas políticas se concretizaban sobre la base del mérito, el liderazgo, las capacidades, compromisos partidarios y solvencia moral. Si bien el dinero siempre ha sido importante, la acumulación del mismo no era predominante.

Por esa razón en los ayuntamientos el sindico era una persona de mucho prestigio y los regidores eran honorables, que de manera voluntaria desempeñaban sus funciones a favor de la colectividad.

El congreso estaba integrado por personas capacitadas, verdaderos letrados, preparados para debatir con conciencia.

En ese entonces los partidos tenían lideres, dirigentes, miembros y simpatizantes comprometidos y con propósitos comunes. Cada partido estaba marcado por una ideología.

Esta marcaba la diferencia entre uno y otro. Por esta razón eran observables las diferencias en los planteamientos y prácticas.

Pero esta realidad quedó atras. Lo que reina ahora es el pragmatismo, hacer lo que sea necesario para lograr el propósito. La moral ni la ética importan. El honor se le hace al poder y al dinero.

Los que han acumulado mas dinero son los que tienen más poder y más posibilidades para continuar en él.  

La ideología ya no diferencia a los partidos, tampoco a sus dirigentes. Ahora todos son derechistas conservadores, con escasos propósitos de interés colectivos. Todos con abundantes promesas y planteamientos ilusionistas para confundir a la población.

La idea es llegar o mantenerse en el poder y gozar de los privilegios que este ofrece. En ese sentido están dispuestos a gestionar, por cualquier vía, los montos necesarios para comprar conciencias y lograr sus propósitos.

En las últimas elecciones han sobrado los aspirantes. Todos con derecho a ser elegido, pero muchos sin ninguna trayectoria social y otros con prácticas y reputación dudosa.

Casi todos están caracterizados por el afán de participar del poder y sus recursos. Para lograrlo están dispuesto a pagar, invertir y a gastar millones de pesos.

En cualquier municipio una candidatura a regidor sobrepasa el millón de pesos. Si se habla de alcalde, hay que pensar entre 30 y 70 millones y la candidatura a diputado puede costar algo mas de 20 millones. La de senador, pudiera duplicar esta cantidad, dependiendo de la provincia.

Pero el costo, al parecer no importa. Las aspiraciones se mantienen. En la medida que la candidatura se afianza, aparecen los oportunistas ofreciendo dinero. Nadie sabe a cambio de que, pero lo suponemos.

Al final siempre resulta un ganador, que no tiene ninguna diferencia con los demás candidatos. Igualmente, desarrollará una gestión como la desarrollaría cualquiera de los otros.

En sus informes de rendición de cuenta, hablará de enormes montos de dinero gastados, en supuestas obras. Algunas ni siquiera iniciada.


Al final la ciudadanía quedará insatisfecha e inconforme, arrepentida de haber apoyado y votado por ese candidato, que luego exhibirá bienes y propiedades que no ha tenido.

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